Una muchacha caminaba sin
rumbo, aturdida no esperaba nada ni a nadie. Se adentro por un sendero . Unos
ramales que daban forma a un espectacular árbol cuyo tronco despertó su
interés. Parecía un pilar cómodo para posarse sobre él y así poder descansar de
ese agotamiento emocional que se había apoderado de su alma. Sus ramas
sobresalían como brazos que abarcaran su cuerpo, dándole ese calor y cariño que ella necesitaba.
Se acomodo y una paz vistió su
esencia. Relajada comenzó su viaje.
La muchacha caminaba desconocía
cuál era aquel lugar blanquecino parecía angelical. Sus pies al pasear sentían
esa textura de una acaricia, una sensación muy placentera, algo parecido a
flotar entre algodones. Todo era nuevo.
Allí no encontró engaño, hipocresía, humillación no encontró a nadie que
la desvaloraba como persona, ni como mujer. Pero quizá era pronto para eso,
porque no había topado con ningún ser para relacionarse y eso era lo que ella
conocía, lo que a ella le habían ofrecido las personas o las relaciones de
amistad o de pareja.
Oyó unas voces…¡parecían niños!
Y pensó…. ¡Hay vida! Quizá sea
algo diferente, como es el entorno.
Una figura se acercaba a ella.
Delicada parecía, una sensibilidad se poso en todos los poros de la piel de la
muchacha, su pelo se erizó como escarpias. Intrigada por aquella forma de
sentirse, se acerco aquel rostro angelical.
¡Hola por fin has llegado!
Su expresión de sorpresa
acelero los latidos de su corazón.
¿Me conoces?- respondió la
muchacha
SI- estaba esperándote
¿Quién eres? ¿Dónde estoy?- le
replico ella
Te he mandado llamar, he de
enseñarte algo. Soy tu conciencia.
La muchacha se frotaba los ojos
y se pellizcaba. Así comprobaba que aquello era real, que no soñaba.
Su conciencia le sonreía.
Déjame que te muestre ese” algo”
que debes saber.
Ven acompáñame.-le replico
Se dirigieron a un hermoso
lugar con un lago de agua cristalina. Rodeado por un verde y floreado jardín. Unos
chicos jugaban alegremente dentro del
agua.
De pronto uno de ellos le
tiraba de los pies a otro y el chico comenzaba a gritar.
¿Ves a ese chico? ¿Imaginas
como se siente?
Hay que ir ayudarle!!! Contesto
la muchacha
Tranquila todo corazón tiene su
instinto de supervivencia. No permitas que nadie te agobie porque tus actos no
le agraden. Ese chico ha llegado a esa situación porque ha dejado que pisen sus
límites. Ahora tendrá que afrontarlos.
Ven acércate.
La muchacha miraba hacia el
agua, intranquila.
Le mostro dos cestos llenos de
flores. Uno era de vivos colores. Sus pétalos frescos regalaban vida. Otro
incitaba mas a la tristeza, los pétalos, muchos marchitos .Sus colores ya
estropeados y oscurecidos, con alguna espina.
Imagina sentirte en una
situación como ese chico del agua ¿Qué cesto eligirías para regalarle a esa
persona que tiraba de sus pies?
Pues las flores marchitas
¿Por qué? Si el otro cesto es
más hermoso y transmite ese “algo” que tu deseas dar
Nunca dejes de actuar como te
marque tu corazón, mejor es una retirada a tiempo.
Esto es el “algo” que tu
conciencia te tiene que enseñar
¿Por qué sufrir por no
respetarse a sí mismo?
La muchacha comenzó a sentir
frio. Abrió sus ojos. Observó aquel mágico árbol y es entonces cuando descubrió
el embrujo de ese tronco que le había calado en su esencia. Ese grueso pilar ,era
la seguridad de la vida y esos ramales largos que le abrazaban eran la
fortaleza.