Esta
tarde he sentido una sensación, una intuición. Una agonía. Una luz grisácea
penetraba en aquella oficina, donde día tras día me han acompañado mis sueños,
mis penurias…
Inmóvil
he paralizado mis músculos. Giro mi cabeza de un lado a otro, para no perder
detalle de este familiar mobiliario que ya forma parte de mí. Mis pies quedan
sellados en el mísero espacio de una baldosa. Un latigazo de temor a sucumbido
mis extremidades .Mis recuerdos de cada momento vivido entre estas paredes
anestesian mi masa muscular. Visionaria
de miles de imágenes y de frases
que por mi mente fugazmente han
cruzado… y todo… en un instante. Pero… hay algo… que despierta mi atención. ¡Ahí
está!
Mi
puerta azulada, por la cual he pasado cada día para dejar toda mi sabiduría, mi
conciencia y mi verdad.
Hoy
mi intuición quiere despedirse de largos años de esfuerzo y entrega.
¿Cómo
en un santiamén pueden desfilar millones de
momentos vividos que visten unos años de mi vida?
Han
transcurrido en tan solo unos segundos. Esta agonía es un dolor a despedirme de
esta etapa.
Estos
marcados segundos…..son mi intuición.
Atravieso
esa puerta erguida y orgullosa. Quizá algún día vuelva a cruzarla o quizá pueda
toparme con una nueva oportunidad.
Me
siento dichosa por pasarla. Mi conciencia me empuja, así, me siento liberada.
Mis piernas se disponen al movimiento, van hacía ella…
Si,
hacia mi puerta grande.
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